Descripción del proyecto

Los expertos llaman «los canarios de la mina» o los vigilantes de la vida a los afectados por la Sensibilidad Química Múltiple (SQM) porque con su gran sensibilidad avisan al resto de los seres donde está lo realmente dañino para todos.

El 100% de los ciudadanos occidentales estamos expuestos a contaminantes tóxicos persistentes y a una suma de radiación excesiva.

En EEUU, el porcentaje de enfermos de SQM diagnosticados llega al 2,5%. En España los últimos estudios hablan de alrededor de un 0,5%.

Más de un 15% de la población general presenta mecanismos de respuesta excesiva frente a algunos estímulos químicos o ambientales. En un 5% de casos estos procesos son claramente patológicos y superan la capacidad adaptativa del organismo.

La SQM es una pérdida de la tolerancia a «dosis bajas» de sustancias químicas tóxicas presentes en el medio ambiente y que habitualmente son «toleradas» por otras personas.

Los síntomas son muy diversos y afectan al sistema nervioso central, músculo-esquelético, piel, mucosas, ojos, cardiovascular, respiratorio, gastrointestinal, genitourinario,… Además, suelen solaparse con otras enfermedades, como el Síndrome de Fatiga Crónica (SFC) ,la Fibromialgia (FM) , el asma o las alergias.

Alemania fue el primer país en reconocer oficialmente esta enfermedad, seguida por Japón. También lo está en otros como Austria.

Estados Unidos y Canadá es donde más se ha investigado.

En mayo de 2009 la Universidad de Washington publicó una compilación con más de 100 estudios científicos Peer-reviewed (revisados por otros expertos de la misma disciplina) que demuestran la base fisiológica de la SQM.

A pesar de en España estar reconocida oficialmente desde 2014, se le da totalmente la espalda a todos lo niveles.

El Ministerio de Sanidad, Política Social e Igualdad publica un DOCUMENTO DE CONSENSO SOBRE SQM en 2011. Un año después es ratificado por la Mesa de Sanidad Interterritorial por unanimidad junto a los protocolos para consultas blancas y atención hospitalaria libre de tóxicos decretados en octubre de 2012, y que a día de hoy siguen sin ser una realidad.

Las enfermedades ambientales, que están causadas por múltiples agentes tóxicos y cuya incidencia no para de crecer, representan un reto para la medicina tradicional y una amenaza para los intereses de las industrias químicas, lo que obstaculiza su reconocimiento.

Ante la ignorancia, el desconocimiento y la incomprensión, y en algunos casos porque se sienten desbordados, muchos amigos, familiares, instituciones abandonan a los enfermos a su suerte. Con frecuencia creen que es un problema psicosomático y les tratan como enfermos imaginarios. Se repiten insistente y erróneamente casos de intento de psiquiatrización forzosa e incapacitación por desconocimiento de la realidad orgánica de la SQM en profundidad.

Los vecinos muchas veces se niegan a colaborar lo que supone una agresión clara constante al organismo de los afectados.

Serias limitaciones para la vida cotidiana. Grandes dificultades o imposibilidad de accesibilidad para: · Transporte público. · Lugares públicos de obligada asistencia: Consultas médicas, hospitales, juzgados, tramites administrativos,… · Servicios y lugares de todo tipo: Supermercados, tiendas, cines, restaurantes,… Aseos públicos. · Asfaltado y obras en la vía pública. Fumigaciones de calles, parques y jardines. · Caminar por la calle con muchas personas con perfumes y cigarros. · Visitas a familiares o amigos si no se han adaptado.

El afectado por SQM tiene necesidad de utilizar productos especiales en todas las ramas de la vida: aseo personal, limpieza doméstica, alimentación, etc., así como utilizar mascarilla, purificador de aire y otros aparatos que les permitan no recibir el 100% del impacto de los tóxicos que se encuentran en el ambiente.

Hay diferentes grados de sensibilidad y brotes que pueden variar por momentos, horas, días, épocas.

Estudios, incluso del gobierno de Japón, confirman que el aire de los hogares es de 5 a 8 veces más tóxico que el aire más contaminado de una gran ciudad. Y eso está en nuestra mano cambiarlo. El aire de lugares públicos, incluso de lugares fundamentales como centros de salud, hospitales o juzgados, pueden ser aún más tóxicos.

Las enfermedades ambientales no son las únicas afectadas por el exceso de radiación y tóxicos. También lo están otras: Esclerosis múltiple, parkinson, alzheimer, síndrome de fatiga crónica, fibromialgia, asma, cáncer, epoc, etc.

Al final todos estamos o vamos a ser afectados en capacidades, salud y vida por el exceso tóxico y el masivo aumento de radiaciones en algún grado.